A finales de agosto otro de mis gatos se puso enfermo. Mali había
dejado de comer y estaba muy apática así que la llevé al veterinario. Y la cosa
no pintaba bien. Había desarrollado una lipidosis hepática, no sabemos si fue por
algo que comió alguna de las veces que se escapó o porque dejó de comer por
estrés.
La veterinaria nos dio el tratamiento para el hígado pero ya
nos dijo que si no conseguíamos que comiera, no serviría nada de lo que hiciéramos.
Durante todo septiembre y parte de octubre la hemos estado pinchando tres veces
al día, obligándola a comer cada cuatro/cinco horas, tentándola con cada pedacito
de comida que se nos ocurría, sin ver ningún cambio en su situación. Lo único
que hacía era dormir.
Hace dos semanas se nos ocurrió ponerle lechuga troceada. Cuando
estaba sana nos rondaba maullando siempre que preparábamos ensalada así que no perdíamos
nada por ponerle un poquito. No comió pero si tuvo la curiosidad de
olisquearla. Al par de días nos pidió de comer. Lloré de puro alivio. Empezaba
a mejorar.
El lunes pasado la llevé para que la hicieran un análisis y
nos dijeran que tal iba, aunque nosotros ya habíamos notado la mejora. Aunque
seguía mal de hígado, los niveles de los índices hepáticos salían bastante
mejor que cuando la diagnosticaron. Y además comió delante de la veterinaria.¡No
podían haber mejor augurios!
Ayer por la mañana, antes de irme a trabajar intenté dar de
desayunar a Mali, pero no parecía tener hambre y me escupió todo lo que intenté
darle. Estaba muy gruñona así que la dejé tranquila, con la idea de darle de
merendar cuando volviera del trabajo. Pero no pudo ser.
Cuando llegué a casa ya nos había dejado. Espero que esté
donde esté, ahora descanse en paz.
Hasta siempre, pequeña mía.