miércoles, 5 de agosto de 2009

En busca y captura de telas


Es cierto que gracias al Taller de Baya de Oro (os recomiendo pasaros por ahí si necesitáis hacer cualquier tipo de vestimenta medieval), pude hacerme una idea bastante clara de cómo hacer una capa. En mi cabeza tenía todo el plan hecho: comprar las telas, cortar las telas, coser las telas. ¡Y tachán! ¡Tendría una maravillosa capa! El primer problema fue (después de haber medido por todos lados a mi chico, ejem) ir a comprar las telas. Por aquel tiempo solo conocía un par de tiendas por el centro de Madrid, así que allí nos fuimos, convencidos de que sería llegar y besar el santo. En la primera de ellas:

- Buenas, quería tela para hacer una capa.- abordé al dependiente con mi mejor sonrisa.


- Aquí no tenemos telas para disfraces.


- No, no, no es para un disfraz, es para recreación. Es para utilizarla, no para disfrazarse.


Unos incómodos segundos más tarde y tras una mirada enfurruñada del tendero:


- Que tipo de tela queréis.


- Pues… eso… pues una… ¿de cuales hay?


- Mira, chica, cuando sepas lo que quieres vuelves, que no tengo todo el día para enseñarte la tienda.


Primer obstáculo: no tenía ni idea de telas, ni diferenciar una de otra. Y mucho menos cual era más adecuada para cada prenda. En esos instantes me hallaba rodeada de un montón de rulos de tela indiferenciable para mí. Menos mal que me salvó mi chico:


-¿Que tipo de tela se utiliza para hacer abrigos de invierno?


Nos recomendó paño, que aunque algo áspero, era una tela abrigada, lo cual se adecuaba a nuestras necesidades. Y allí vino el segundo obstáculo. Yo llevaba de presupuesto para las telas y demás unos 20€, convencida de que me sobraría para poder invitar a mi chico a merendar. Era un plan perfecto. Hasta que nos dijo el precio por metro: 15€.


He de decir que soy un poco conejo cuando me sorprenden. Igual que estos simpáticos animalitos, cuando me deslumbran unos faros me quedo paralizada. Imaginaos mi estampa: rodeada de multitud de telas que me cortaban el paso, sonriendo como una tonta a un hombre que no tenía ningunas ganas de trabajar, mientras mi novio me daba codazos en la espalda para que reaccionara. Al final me giré sin decir nada y salí de la tienda, mientras de fondo escuchaba a mi chico decirle al tendero que nos lo teníamos que pensar, que ya volveríamos.


¡JA! Ni de coña volvíamos, por ese precio me la compraba hecha y me ahorraba los pinchazos, las horas de cortar tela y rectificar costuras. Mi chico me dijo de probar en la otra tienda y allí tuvimos más suerte. También es verdad que ya sabíamos lo que teníamos que pedir, pero es que el que atendía era más simpático también.


Esa tarde me llevé 3 metros de paño y los mismos de forro (ya que nos poníamos…) y auque no le puede invitar a merendar, íbamos ya un poquito alimentados: habíamos superado el primer paso del plan.

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