Cuando fue el momento de ponerme a cortar la tela me encontré con el tercer obstáculo: cortar la tela. En todos y cada uno de sus aspectos.
En aquellos días vivía en un piso más bien pequeño y mal distribuido. Así que me encontré con tres metros de pesada tela, un mínimo suelo y 4 gatos. Os podéis imaginar el espectáculo.
Para empezar no que cabía toda la tela. Ni por asomo. La situación mejoró un poco cuando me di cuenta que tenía que doblar la tela para hacer la capa. Pero aun y así, me faltaba medio salón más para estirar toda esa tela. Y claro, los gatos tampoco ayudaban. Primero olisquear el nuevo juguete, luego pasar la prueba del afilado cuando yo no miraba, y lo más divertido, intentar esconderse debajo de tanta tela. Había creado un parque de atracciones para gatos.
Si yo tiraba de un lado, un gato saltaba para atrapar la tela que escapaba, arrugándomelo todo. Al ir a recolocar la esquina rebelde, otro gato intentaba esconderse debajo de la tela, mientras otro ya estaba preparándose para dormir la siesta en la otra punta de la capa. Desistí. Sabía que no iba a ganar esa guerra, así que me aproveché de mis gatos y los utilicé de pesos para que la tela no se moviera, y si no podía medir por un lado, me iba a otro. Al final se cansaron de que nos les hiciera caso y con miradas de desdén, fueron desapareciendo de mi zona de trabajo.
Al final, tras medir y remedir, recolocar de mil maneras destintas, pincharme todos los dedos con alfileres, me di por satisfecha y cogí las tijeras para cortar la tela. Y me entró pánico.
¿Y si me había equivocado? ¿Y si había leído mal las indicaciones? ¿Y si cortaba y luego no había por donde pillarlo? ¡¡Después de lo que me había gastado!! ¡Después de todo el trabajo poniendo mil y un alfileres! Aún ahora me da esa sensación de vacío cuando tengo que cortar una tela nuevecita. Pero claro, sino corto la tela…
Me armé de valor, y empecé a cortar si pensar en nada, evitando la vocecita de terror en mi cabeza. Al terminar, tenía dos piezas del cuerpo de la capa (la tela y el forro) y dos piezas más pequeñas para la capucha (tela y forro). Había superado el segundo paso del plan.
Y seguía viva y cuerda.
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